Cuando nacemos nos hacemos poseedores de la maquinaria mas perfecta que el universo haya creado, por lo menos sobre la tierra. Es simple darse cuenta de esto solo basta con observar un cuerpo, el nuestro, el de un hijo o cualquiera que tengamos a nuestro alcance cotidianamente; como se va desarrollando a medida que va creciendo. Son maravillosas las capacidades naturales inherentes a él, tan fantásticas son las mismas, que se convierten en las herramientas que nos van a permitir desarrollar la autonomía que todo ser necesita. Es increíble que a través de él, podamos satisfacer todas las necesidades que la vida cotidiana nos demanda en el día a día.
Además de poder alimentarnos, desplazarnos, interactuar con el entorno, etc, etc; podemos realizar la actividad más importante, que es la poder pensar, cosa que por nuestra absoluta exclusividad, nos convierte en la especie mas creativa, y por ende, responsable de plasmar la evolución terrenal que el Universo necesita para seguir su tarea expansiva.
A diferencia de los animales, quienes actúan por instinto, los humanos pensamos y elegimos las acciones a desarrollar. Esto nos convierte en responsables de nuestros actos, hecho que en muchas situaciones no queremos aceptar. Este desentendimiento nos lleva a situaciones, muchas veces limites, en las cuales perdemos el control de nuestra vida entrando en un estado de insatisfacción, de poca percepción consciente, lo que nos hace vivir de una manera que no nos es agradable pero que es registrado por nosotros mismos.
Es en este punto donde aparece nuestro cuerpo para registrar esa insatisfacción. ¿Y de qué manera lo hace? Manifestando síntomas, mal llamados enfermedades, alterando el estado normal de equilibrio energético que el estado saludable presenta.
Este desequilibrio perturba el normal funcionamiento corporal alterando de manera parcial o total, según el caso, el desarrollo evolutivo de la persona. Este freno en el desarrollo se ve manifestado a posteriori, en una merma en la actividad espiritual, generándose un círculo vicioso donde el resultado final es el deterioro de la Calidad de Vida Debida
En Calidad de Vida debida utilizaremos a los síntomas corporales como “brújula” para detectar ese mal funcionamiento energético llamado insatisfacción, y a partir de esto hacer las investigaciones necesarias para corregirlas y establecer la armonía que nos devuelva el estado saludable que caracteriza nuestra condición de seres felices.